sábado, 8 de enero de 2022

LA ECONOMIZALIZACIÓN DE LAS SOCIEDADES

 En 1985, Ivan Illich publicó Némesis Médica, un libro que en su primera línea señalaba al estamento médico como amenaza a la salud. A lo largo del libro, esto se explicaba en dos sentidos: uno fuerte y otro débil. 

El primero remitía a las enfermedades iatrogénicas, las propias dolencias que el sistema médico causaba en su normal funcionamiento. El segundo, el débil, señalaba a lo que Illich definía como medicalización de la sociedad, el que la definición de lo que es saludable o no, de quién está sano o enfermo había sido apropiada por un grupo de expertos que se habían abrogado el monopolio de la definición de lo que era salud. 

Lo habían utilizado bien, y como es de prever, definiendo la salud de modo que todos seamos siempre pacientes, por no decir enfermos. Hoy ya nadie se atreve a decir si está sano o enfermo meramente acudiendo a su percepción de su propia salud, uno sabe si está sano o no cuando se lo dice un médico. Item más, en la medida en que los médicos se han ido profesionalizando y cientificizando ( y a lo mejor ambas cosas son loa mismo), han elaborado un jerga y un esquema de las características que un cuerpo ha de presentar para que pueda ser considerado sano, que muy difícilmente lo lograría cumplir ningún individuo concreto. 

La consecuencia es que todos estamos enfermos, todos somos pacientes. Viene todo esto al caso porque algo muy semejante ha pasado con la economía. Gracias a la labor de los economistas la sociedad se ha economizalizado. Veamos, la Economía dicen los economistas es el estudio de las decisiones que han de tomar los agentes económicos (individuos, empresas, sociedades) en condiciones de escasez de recursos cuando existen infinidad de fines alternativos que se desean satisfacer. El definirlo así implica que se asume una petición de principio: que hay escasez


Y ello sorprende, pues se trata de una palabra relativamente reciente en cualquier lengua, una palabra que define una situación abstracta, general independiente de cualquier situación concreta. Antes, otrora, había tiempos buenos y tiempos malos, años de abundancia y años de penuria, frecuentemente había escaseces pero no escasez, pues había también momentos de exceso. 


Resulta de los más sintomático que la palabra y el concepto de escasez que se predica de todo individuo y en todo momento haya aparecido precisamente en los tiempos en que las viejas escaseces desparecían de la vida s de los hombres concretos. Hoy en general al menos en los países desarrollados ya nadie padece escaseces por lo general pero todo el mundo (ricos y pobres) vive en la escasez


Que tal situación es relativamente reciente se comprueba leyendo a Keynes, para él todavía era previsible, se veía llegar el fin del problema económico, el fin de las escaseces, y fue capaz de verlo en 1930 en mitad de la Gran depresión. Todavía en los años 50 del siglo pasado, gente como Galbraith o Vance Packard hablaron de los problemas que ya enfrentaban las sociedades opulentas que se veían obligadas al derroche. Hoy pocos os ningún economista ser permitiría pensar en estos tiempos. Oyéndolos, ya todo los hombres son homo oeconomicus, hombres afectados por la escasez, hombres enfermos económicamente. Hombres y sociedades que requieren siempre de la constante atención de sus médicos economistas que vigilen sus progresos en al lucha contra su enfermedad económica.

jueves, 6 de enero de 2022

LA VEJEZ Y SUS MISERIAS

 Cuando uno se hace viejo, y aunque no esté decididamente enfermo, uno descubre que su cuerpo le va imponiendo cambios más o menos perceptibles en su conducta cotidiana que señalan a las claras que el tiempo de las despreocupaciones y los excesos ya ha pasado. Son de sobra conocidos, y no merece por ello extenderse mucho  en ellos:  ya no se duerme tan bien como antes tras una noche de fiesta, ya no se digieren como antes las carnes, los alcoholes y otras drogas, ya no se suben las escaleras tan ligero como antes.

Los cambios, las restricciones, que la edad impone al alma son más sutiles, e incluso a veces quizás menos agresivos o limitantes. Pero también los hay. Leí hace tiempo una frase de Thornton Wilder que de modo conciso y certero los cuenta: 

"Al niño le gusta pelear, al joven le gustan las mujeres y al viejo le gusta el dinero"

Y sí. Acierta de pleno. Conforme han ido pasando los años más me he dado cuenta de que las gentes, cuando se hace viejas, lo que no siempre coincide con que su cuerpo también se les ha hecho viejo, dejan de desear cosas tangibles para pasar a preferir acumular lo más abstracto: el dinero, el puro poder de compra,  el puro poder para comprar, aunque por ello mismo nunca lo utilicen para comprar nada concreto o aunque ya no puedan comprar con eĺ nada que pueda satisfacer a sus maltrechos cuerpos o almas que ya no están sino para sopitas calientes, mesa camilla y pastllero.  

Hasta tal punto he observado lo que Wilder me enseñó a observar que ya cada vez que descubro a alguien, a un conocido,  que disfruta no con nada sino con tener la posibilidad de tener, que lo he somatizado como se dice hoy, y huelo en él ese acre olor de la vejez que no hay agua de colonia o perfume que lo pueda sofocar. 

 Y, entonces, ¿no es acaso curioso el que para muchos sea precisamente la acumulación de riqueza, el dinero que se guarda porque ya no se puede gastar, una de las más evidentes miserias de la vejez?


Sobre las consecuencias de definir la libertad

 Las palabras No son neutrales. O mejor, el sentido o significado de las palabras tiene su aquél , su importancia. Y no porque haya conflict...