lunes, 17 de septiembre de 2018

SUCIEDAD ANTIGUA Y LIMPIEZA MODERNA


No lo pueden evitar. Aquellos que pese a todas las maldades y defectos que día a día agobian a quienes vivimos en estos tiempos malos no pueden remediar señalara una diferencia clara, visible, sensorial e irrefutable a favor de los tiempos modernos, y es la cuestión de la limpieza. Cierto que ya Ivan Illich señaló cómo la limpieza en las sociedades modernas había llevado consigo la desensorialización del ser humano hasta tales extremos que ya no podemos apreciar cómo huele un ser humano…mal por supuesto y tenemos que embadurnarnos con las excrecencias olfativas de flores y otros animales.

Pero, además, hay una cuestión que no parece haber llamado mucho la atención cual es que frente a la suciedad antigua los hombres disponemos de todo un aparato sensorial que nos avisa y nos protege: una comida que sabe o huele mal no es segura, un sitio de olor fétido o pútrido de siempre se ha considerado fuente de miasmas, la explicación de las epidemias antes de la teoría microbiana. 

Centurias de evolución habían preparado a los hombres para enfrentarse con esas fuentes de peligro. Pero ¿y ahora? ¿de qué valen nuestros bien aquilatados sentidos contra esas fuentes de enfermedad y muerte que son el centenar largo de miles de compuestos químicos que la industria tiene a bien introducir en los objetos que tan felices parece que nos debieran hacer? La suciedad moderna es incolora, insípida, inodora, y por tanto invisible, pero tan peligrosa o más que la vieja suciedad de la que los sentidos enseñaban cómo resguardarnos.

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