Decía Ferlosio en uno de sus pecios:
“Tener ideología
es no tener ideas. Éstas no son como las cerezas, sino que vienen
sueltas, hasta el punto de que una misma persona puede juntar varias que
se hallan en conflicto unas con otras. Las ideologías son, en cambio,
como paquetes de ideas preestablecidos, conjuntos de tics
fisionómicamente coherentes, como rasgos clasificatorios que se
copertenecen en una taxonomía o tipología personal socialmente
congelada”.
Me ha venido a la mente este pecio
cuando he leído que el Gobierno central ha decidido aumentar las
obligaciones de usar la mascarilla en todo ámbito fuera del privado
hasta el final de la pandemia, fecha que -por cierto-- la decidirá el
propio Gobierno. De modo que -por ejemplo- si uno está sólo en mitad del
campo o de una playa, sin otro ser humano en lontananza que no sea el
piloto de un helicóptero de la Guardia Civil o el de un dron
vigilante cual Gran Hermano orwelliano será multado si no llena el
tapabocas reglamentario aunque sea físicamente imposible que contagie a
nadie. Absurdo,
Pues bien, una de las "figuras" públicas más criticadas de modo
repetido, pues merecido lo tiene, es la presidenta de la Comunidad de
Madrid. doña Isabel Díaz Ayuso. Sencillamente, la considero lo peor que puede sucederle no sólo a la Comunidad de Madrid, sino a España en general. Lo peor, sin ningún paliativo.
Y, sin embargo , ¡ay, sin embargo! Haciendo honor al pecio de Ferlosio
no puedo sino decir que las ideas no son como un "racimo de cerezas", de
modo que muy a pesar mío tengo que reconocer y admitir que hoy -como
ciudadano de Madrid- es ella y su absurdo comportamiento político mi
última esperanza para poner un freno al absurdo decreto ley que endurece
el ya duro uso de las mascarillas en este país, porque no puede caber
la menor duda racional de que es extremadamente peligroso que el poder político obligue coercitivamente a cumplir normas estúpidas, manifiestamente irracionales.
En efecto, como ya se señaló en otro lugar: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4654706-mascarilla-burka, en donde se analizó el uso de las mascarillas desde el análisis económico, su uso en todo
lugar público independientemente de otras circunstancias por unas
supuestas "razones" sanitarias es absurdo, delirante, y su imposición
desde el poder político, dictatorial; lo que le ha obligado, por
cierto, al doctor Fernando Simón, que no comparte esa delirante
extensión de la normativa de uso de las mascarillas, a un contorsionismo
intelectual en sus comparecencias públicas que sería divertido si uno
lo viese desde fuera de España conforme ha tratado de desmarcarse de
esas recomendaciones delirantes sin negar al Gobierno su apoyo como su
experto en pandemias.
Y es que, si las normas previas eran
absurdas entonces, en los momentos durísimos de la pandemia, hoy en que
el 11% de los españoles tienen la protección que da la primera dosis de
las vacunas y quizás un porcentaje superior ha pasado la infección y
está por ello inmunizados de modo natural, su extensión actual en la
dirección de su endurecimiento no sólo son ha de ser calificada como más
absurda todavía, sino que su manifiesta estupidez obliga a que sean
analizada desde una perspectiva no sanitaria.
Quizás se la pueda contemplar acentuando su lado cómico, que
lo tiene. A mí, particularmente, esta norma gubernamental acerca del
uso de las mascarillas me recuerda una vieja película de Woody Allen, Bananas.
En ella, una vez que unos revolucionarios pseudocastristas toman el
poder en una isla de cuyo nombre no consigo acordarme, pasaba para
jolgorio de la audiencia que el primer decreto que aprobaban era obligar
al pueblo a que se pusiera la ropa interior por fuera, para dar ejemplo
y mostrar la limpieza del nuevo régimen. ¡Quién me iba a decir por
aquel entonces que yo, que me reía a carcajadas de la estupidez de aquel
"gobierno" revolucionario de chiste en la película de Allen, acabaría
también, como parte del pueblo español, sufriendo, no en una pantalla,
sino en la realidad los delirios de un débil gobierno democrático
empeñado en aparentar fortaleza por el tonto procedimiento de mostrar
que también es más "papistas" que el Papa en eso de la limpieza y la
asepsia!
Pero, quizás, la interpretación que haya que hacer sea más obscura.
La que proporciona Naomí Klein cuando estudia lo que define como
"doctrina del shock". Es decir, la utilización de una situación
catastrófica para "hacer" tragar a la gente unas políticas contra sus
derechos que sólo pueden anticipar "cosas" peores. Y, aquí, de nuevo,
recordar la famosa frase de Voltaire cuando nos advertía de que había
que tener cuidado con quienes nos hacen creer absurdos pues nos harán
hacer malignidades,vuelve a ser admonitoria.
Así que, por acabar como empecé, traeré aquí otro de los pecios de don Rafael Sánchez Ferlosio:
"El que quiera mandar guarde al menos un último respeto hacia el que ha de obedecer: absténgase de darle explicaciones"
Que
nos obliguen a llevar la mascarilla eternamente, si quieren, tienen la
fuerza para hacerlo, pero que -al menos- no nos cuenten y pretendan
hacernos creer que es por nuestro bien.
martes, 30 de marzo de 2021
Sobre el uso de las mascarillas
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