A lo largo de estos ya demasiados años en el oficio de docente se me han ido viniendo a las mientes algunas "verdades" que, paradójicamente, no lo son para la mayoría de las gentes. Una de ellas, y a la que quiero referirme aquí, se refiere al descuidado pero importantísimo papel que, en la formación del carácter, tiene el que los docentes suspendan a sus alumnos...incluso inmerecidamente (dentro de ciertos límites, claro está)
En efecto: Aunque en estos días el "suspender" esté socialmente mal visto, hasta el extremo de llegar a dar por un hecho cierto la más que curiosa "tesis" de que la existencia de alumnos suspendidos sólo es muestra evidente de la incapacidad del docente, de modo que lo que sucede realmente cuando un profesor suspende a un alumno es que quien está suspendiendo es el profesor, lo cierto es que cuando un profesor suspende a un alumno -merecida o inmerecidamente- lo que está sucediendo es que el profesor - un "otro"- está cuestionando las ideas, opiniones, creencias, que constituyen o definen o conforman el "yo" del estudiante o alumno..., críticas, que tiene por obligación que aceptar o "tragar".
Pues bien. A lo largo de los años he observado que nadie que no haya sido enseñado a recibir críticas en su proceso de formación, o sea, nadie que no haya sido suspendido, sabe cómo encajar críticas. Ocurre así que la inmensa mayoría de quienes no han pasado por un proceso educativo, por lo que nunca han sido suspendidos, es capaz de tomarse una crítica por lo que realmente es, o sea, cómo un cuestionamiento de la eficacia o la idoneidad del comportamiento o de las ideas que uno tiene (un asunto técnico por tanto) con vistas a su ulterior mejora, sino como un atentado en tosa regla a la Esencia o Identidad de "uno mismo". En consecuencia, los que han sido suspendidos son más capaces de aceptar las críticas y por ende variar y acomodar su comportamiento, o sea, son más eficientes, que quienes al no haber sido nunca suspendidos se toman toda crítica malamente , empecinándose en su mal comportamiento por mor de defender su "dañada" identidad.
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