Una manera de entender o concebir la pintura es pensarla como una suerte de "túnel del tiempo", o sea, como una herramienta para hacer que un "entonces", que entonces cuando se pintó fue reflejo de algo real o imaginado, se convierta, cuando se la ve hoy (no basta con mirar, hay que ver) colgada en alguna pared, en un "ahora" significativo de manera que el pasado se hace de alguna manera presente delante y detrás de los ojos de quien la contempla.
Una gran pintura, una obra maestra, es aquella que permite a quien la ve hacer ese viaje en el tiempo de una forma tan completa, tan real, tan instantánea e inmediata que no puede evitar el sentir una suerte de mareo, de vértigo, de aturdimiento. Lo normal en todo viaje.
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