lunes, 17 de noviembre de 2025

Maratones

Tengo para mí que la "mentalidad agónica", es decir, el entender todas las relaciones humanas (incluso las más íntimas como las sexuales) como competiciones, luchas  y exámenes, siempre por tanto con sus ganadores y sus perdedores, es sin duda la peor de las herencias que nos han venido de la Grecia Clásica. Y, por supuesto, su mezcla con la "mentalidad sacrificial" judeocristiana, es decir, el entender que la vida tiene que ser obligadamente un valle de lágrimas, una penitencia cotidiana por nuestros continuos pecados contra Dios, ha traído consigo esa bazofia moral que, desde su más tierna infancia se les suministra como cotidiano menú intelectual a los nacidos en la civilización occidental, agriando así desde siempre sus vidas por más que siempre en ella haya habido beneméritos epicúreos, iconoclastas, rebeldes, que se hayan negado con todas sus fuerzas a deglutir tan venenoso menú. 

Una de las situaciones en las que más se ve esa singular y tóxica mezcla de culturas es en los llamados maratones populares. El hecho de que ya un hecho como el que la mortal carrera que Filipides hizo para llevar a Atenas la noticia del triunfo de los griegos sobre los persas en la batalla de Maratón se haya convertido en espectáculo deportivo ya es sintomático, pero el que, adicionalmente, la participación en esas competiciones se haya hecho voluntaria de modo que, junto a los profesionales del asunto -los keniatas y marroquíes- que se matan corriendo por dinero, haya también una increíble variedad de sufrientes que lo hacen no sólo voluntariamente sino que  incluso pagan por ello, por sufrir, es un ejemplo sin rival de esa tóxica ligazón entre la mentalidad agónica y la sacrificial.

 Si ya es delirante y de sádicos el aplaudir a los profesionales, es para mí delictivo hacerlo con los segundos: esa multitud de gentes que con la mirada perdida como toxicómanos  machacan y degradan como auténticos enloquecidos mártires sus cuerpos en una orgía masoquista arrastrándose patéticamente por las calles. ¡Y aún dicen que el deporte es el culto al cuerpo!

sábado, 25 de octubre de 2025

Vida llena de días, vida llena de esperas

 En Génesis 25:8 se cuenta que el patriarca Abraham murió "en buena vejez, anciano y lleno de días". "LLeno de días", qué magnífica forma de decir que cada día de su vida estuvo lleno de vida, que fue un día vivido. Pienso que esa forma de vivir, y de morirse, sólo ha estado al alcance de las gentes que vivieron en sociedades  aquejadas, no por el progreso, sino por la enfermedad del Progreso. Esa enfermedad cuyo síntoma es hacerte  sentir que cada día que vives no es un día completo en sí pues, gracias al Progreso, el realmente completo, el entero,  será el día de mañana. Sí, ése que nunca llega, el que gracias al Progreso será un día completo, un día lleno

Hoy nos morimos habiendo vivido "vidas" aparentemente largas, más largas que las de las gentes de antes, pero realmente más cortas pues nuestras vidas, "gracias" a la enfermedad del Progreso no están llenas de días enteros sino llenas de días incompletos, días pasados a la espera,  esperando esa vida llena que el Progreso no para nunca de prometer que nos traerá, pero que nunca cumple su promesa

sábado, 11 de octubre de 2025

Sexo y amor, ¿el pastel y la guinda?

Me da que de jóvenes, el pastel es el sexo, y el amor la guinda que puede o no coronarlo. De viejos, por contra, el amor es el pastel, y el sexo, la guinda 

martes, 9 de septiembre de 2025

Mujeres y política

 Siempre me ha hecho gracia ese gusto o preferencia por la distinción en las formas que parece tienen las mujeres. Consideran  -o eso dicen y manifiestan, que vaya usted a saber si es verdad - que el que una vaya  con el mismo vestido que otra a un festejo de alguna manera lo devalúa, que es de mala suerte. Se trata de una manifestación poco peligrosa de la vanidad personal comparada con la agresividad consustancial de la expresión de la  vanidad  típica masculina que, no obstante, si fuera cierta, si fuera cierta en un sentido esencial, casi biológico,  no dejaría de tener resonancias políticas de calado.

Josep Pla dijo una vez que "las señoras de Occidente no podían resistir que en las poblaciones comunistas no existan escaparates". Leí también en "La invención del futuro" de Denis Gabor acerca de  la ingeniosa política que Siemens llevó a cabo para hacer que los hombres de una zona del Cáucaso alejada de los intercambios mercantiles y por lo tanto, donde poco se usaba del dinero, aceptasen meterse en una mina a cambio de un  salario fue poniendo unas tiendas de ropa moda en los pueblos de la zona: sus mujeres necesitaban de dinero 

El comunismo, o por no ir tan lejos, el decrecimiento que hoy empieza a plantearse como política a seguir ante el desastre ecológico requieren cierta uniformidad que chocaría radicalmente con esa aparente preferencia femenina  por la variedad, por la distinción formal. Mal la irían las cosas, pues, a unas políticas que chocasen con los gustos de más de la mitad de la población 

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Alejamiento

 Lo que te separa irremediablemente de otro, lo que crea un abismo que te aleja infranqueablemente de él no son, en el fondo, sus ideas más profundas, sus preferencias más íntimas, sus actitudes éticas o morales sino lo más superficial, sus formas y comportamientos casi anecdóticos, aquellos que le salen casi sin darse cuenta, sin pensarlo. Yo, por ejemplo, no es imposible que pudiera llevarme aceptablemente bien con un votante de VOX -me ha ocurrido- e, incluso, con un islamista pese a que en nada comulgo con sus "ideas" si no dirigiesen a su perro como si fuese una persona, respetase las colas, si su voz no invadiese el especio sonoro compartido, si no tuviese el síndrome del chalet adosado y pusiese su toalla junto a la tuya en una playa vacía, su se comportase como si supiese que lo que es común no es que no sea de nadie sino que es de todos,...Sí, lo más profundo es la piel, como decía Paul Valery. Y frente al juicio de la piel nada puede la razón

LO QUE NOS HACE HUMANOS

 Que si bipedalismo, que si el pulgar oponible, que si el cocinar los alimentos, que si la capacidad de lanzar objetos, que si el arte, que si...No faltan comportamientos o rasgos anatómicos que, no observándose en nuestros "primos" primates, nos separen de ellos y  no le sirvan a algún autor para urdir alguna "just so story"  que explique  el porqué los humanos somos humanos.

Yo también tengo una hipótesis explicativa. La mía, que no da origen a ninguna historia causal que lleve del antepasado común con bonobos y chimpancés al ser humano, es más simple que cualquiera otra. Mi idea es que el ser humano aparece fehacientemente en el mismo y preciso momento en que hubo un homínido que se4 suicidó.

Es el suicido lo que nos hace auténticamente humanos pues el suicida no sólo "peca" contra la "ley de Dios" y manifiesta su autonomía frente a él, sino que también "peca" contra la "ley de la Naturaleza", la ley que obliga a todos los seres vivos a luchar por su supervivencia. Sólo los seres humanos se suicidan.

Obviamente no cualquier suicidio certifica la humanidad dado que en la naturaleza es posible encontrar comportamientos suicidas de progenitores que sed arriesgan a morir o mueren efectivamente para favorecer la vida de sus crías. Sólo el suicidio inútil, instrumentalmente irracional,  absurdo , es el que es el dador de humanidad

domingo, 5 de enero de 2025

De las edades para el amor y el odio

 Es muy frecuente que las buenas gentes, ésas repletas de buenas intenciones, convengan en señalar que el tiempo nada puede contra las emociones, que estas, que como formas del espíritu que son,  mueven (de ahí lo de e-moción) a los cuerpos hacia su objetos, están por ello al margen del tiempo al menos -claro está- mientras los cuerpos acojan o sean habitados por el espíritu, o sea, al menos mientras el "alzheimer" u otro de esos males no haga de las suyas y eche de su casa corporal al espíritu que hasta entonces la habitaba. Que el tiempo nada puede contra el alma y sí lo puede todo contra el cuerpo.

Pero no es así. Al igual que el cuerpo envejece con el paso del tiempo, el tiempo afecta a las emociones. Y es lógico y natural. Y es que, por definición, las emociones requieren, exigen, de su realización, de su cumplimiento, de que el cuerpo se mueva y las haga realidad.  La  emoción del amor exige para su cumplimiento "mover" a los cuerpos de modo que estos hagan el amor. Y, es obvio, con el tiempo ese concreto "hacer"· se hace más y más difícil aún con la ayuda de la química. Cosas, maldiciones,  de la biología. No es por tanto nada extraño ni antinatural que el tiempo del amor sea el de la juventud, el tiempo en que nada le cuesta al cuerpo, sino todo lo contrario,  hacer esa emoción, llevarla a cabo, hacer el amor.

Por contra, la emoción antitética del amor, el odio, no está sujeta -al menos en el mismo grado- a una limitación biológica similar. Dejarse llevar por el odio, "hacer" el odio,  es algo que puede llevarse a cabo de viejo sin demasiado problema. Por ello no es nada extraño que sea esta, el odio, la emoción típica y característica de la vejez. Como sin emociones no se puede vivir, la dificultad creciente en hacer el amor con el paso del tiempo obliga inexorablemente a que la cuota o porcentaje de la emoción opuesta, el odio, aumente entre los viejos pues hacer el odio sigue siendo fácil. No hay en ello  nada premeditado o consciente: sencillamente sucede que es cada vez más fácil odiar para un cuerpo conforme está más cansado y agotado.

Sólo en las películas y cuentos infantiles uno se encuentra con viejos cariñosos y amables. Lo que sí los vemos por ahí, por las calles, son los viejos energuménicos y gritones, aquellos que, incapaces de hacer el amor,  siempre dispuestos  a "hacer" su odio, por ejemplo, contra Pedro Sánchez al extremo de poner en riesgo sus vidas

Maratones

Tengo para mí que la " mentalidad agónica ", es decir, el entender todas las relaciones humanas (incluso las más íntimas como las ...