Las palabras No son neutrales. O mejor, el sentido o significado de las palabras tiene su aquél, su importancia. Y no porque haya conflicto, pelea o disputa por no haber acuerdo acerca de ese significado, de ése su sentido, sino porque sea cuál sea ese significado, aunque sea unánimemente compartido o acordado, actúa como una suerte de señal de tráfico que nos prohíbe ir por una senda o camino mental o moral, o incluso, nos exige ir por un otro determinado, lo que no es lo mismo.
Tiene por ello mucha razón los filósofos deconstruccionistas franceses, los que "beben" de Nirtzsche, Michel Foucault o Jacques Derrida, cuando señalan que la gran pelea no se da en el terreno económico, político o social, sino en el de lo imaginario, el terreno en el que se da el significado a las palabras. Las peleas en los otros "terrenos" o dimensiones de "lo" real son consecuencia, reflejos, de la pelea que se vive -si es que la hay, lo cual sólo sucede de vez en cuando en la Historia- en el campo de batalla de los significados.
¿Un ejemplo? La idea o noción de lo que es la libertad. Se oponen, aquí, en ese terreno conceptual de los significados, dos grandes interpretaciones o significados opuestos. Por un lado estarían los que consideran que la libertad es un cupo, un cuanto, algo definido, concreto o limitado, de modo que la "lucha por la libertad" es un juego de suma cero, de modo que las ganancias en libertad de los unos están asociadas a las pérdidas de libertad de los otros.
Desde la idea kantiana tan repetida de que la libertad de uno empieza donde acaba la libertad de otro, hasta la noción marxista de la lucha de clases, en la que los ascensos en la libertad de los de abajo sólo pueden producirse si los de arriba experimentan pérdidas en su libertad de tamaño igual, variaciones idénticas de su libertad aunque de distinto signo, esta posición es defendida o sostenida por pesimistas y por "realistas" empíricos que nunca ven que en el mundo de los humanos la libertad de un grupo dominado haya sido otorgada graciosamente por un grupo dominante, que siempre siempre haya tenido que ser conquistada.
De otro lado andarían mentalmente los optimistas, los liberales, los ilustrados del XVIII y los anarquistas discípulos tanto de Bakunin como de Kropotkin, todos ellos buenas gentes que comulgan con la idea de que la libertad no está limitada o tasada, de modo que "la mayor libertad de unos expande la libertad de los otros".
¿Quién tiene "razón"? ¿qué significado es "el correcto"? No lo se porque no soy un filósofo o porque quizás estas son preguntas "carentes de sentido". Si uno cree en la segunda de las concepciones de la libertad, cuanta más libertad tengan capitalistas mayor será la libertad de la que gocen los trabajadores (como defienden Millei y los neoliberales) , pero también a la inversa. Si uno cree en la segunda de las concepciones de la libertad, cuanta más libertad tengan "las mujeres" más libres lo serán los hombres.
Por contra, si uno cree en la primera de las concepciones de la libertad entonces, si los empresarios o las mujeres gozan de más libertades menor será la cuota de libertad de trabajadores y de varones.
Y lo mismo, lo mismo pasa con las "libertades" de los emigrantes, de los trans, de los pederastas, etc., etc. Con lo que, al final, todos los conflictos sociales, económicos y políticos sería nominalistas, tendrían una raíz filosófica/gramatical. El significado o sentido de la palabra libertad lo definiría y trataría de imponerlo siempre el más fuerte en defensa de sus intereses. Y, entonces, un cambio, o la anticipación de un cambio en ese significado vendría a servir como "señal de alerta temprana" de los cambios reales en las sociedades donde antes dominase de modo indiscutible pues señalaría que una nueva definición o concepción de la libertad estaría entrando en las cabezas de las gentes.
Algo así lo he visto suceder a lo largo de mi propia vida. De una época en que predominaba la idea de que la libertad de uno limitaba con la de otro, lo que implicaba que más libertad para los trabajadores suponía menos libertad para las empresas que dominó en mi juventud en tiempos de la Transición quer -recuerdo- llevó al por aquellos lejanos tiempos presidente de la CEOR, Carlos Ferrer Salat, a organizar un multitudinario acto en Madrid para reivindicar que no estaba en la esencia de los empresarios el ser explotadores de los trabajadores, veo ahora el triunfo indiscutible de la anarquista definición de la libertad tal y como la defienden gentes tan ilustradas como Javier Millei y la señora Isabel Diaz Ayuso, cuya idea de que todos, con la ayuda de los proverbiales influencers andorranos, podemos ser a la vez más libres, de que la libertad de cada uno expande la libertad de los demás hasta el infinito...y más allá, ha conquistado los cerebros de las gentes menores de cuarenta años.