Una de las muchas cosas que la "globalización" nos ha quitado para siempre es el consuelo que la Rueda de la Fortuna siempre ha significado para los desventurados de este mundo. El viejo y reparador consejo de "sentarse a la puerta de la casa a esperar que pase por delante de tí el cadáver de tu enemigo", el causante de tus sufrimientos que tan balsámico lo ha sido hasta hace poco tiempo, ya no tiene ninguna efectividad terapéutica o consoladora en estos tiempos.
En efecto, en tiempos pretéritos, en tiempos en que los hombres vivían en comunidades estables, uno podía esperar con cierta confianza a que ése que era el origen de los problemas que padecía injustamente y a quien veía cotidianamente, no sólo que fuese golpeado a su vez por el infortunio, por la variable diosa Fortuna, sino que -y eso era lo importante- podía esperar con razonable confianza unado ese castigo ocurriese, él estaría allí para verlo, para ver cómo recibía su justo castigo. Sólo había que esperar lo más cómodamente que se pudiese.
Ahora, esa esperanza se desvanece casi completamente. En estos tiempos de cambio continuo, de inestabilidad en las vidas, es lo más probable que quien te hace en un momento daño desparezca de tu vista para siempre, por lo que ni sabrás si ha recibido su merecido castigo, ni caso de que lo reciba, estarás allí para que él o los suyos te vean. Ni siquiera sabrás dónde estça su tumba para ira a escupir en ella.
Y no era pequeño consuelo éste en las desventuradas vidas de los desventurados. E, incluso, podía esperarse que esa posibilidad tuviese un efecto desincentivador sobre las ganas de hacer maldades por parte de los malvados. Ahora pueden hacerlas y escapar fácilmente de la recriminación silenciosa de quien, antes, esperaba sentado a que la Ley del Karma actuase.
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