sábado, 14 de marzo de 2020

SOBRE EL TIEMPO

El Tiempo... El Tiempo...
"¡El tiempo y sus banderas desplegadas!
 (¿Yo,  capitán? Mas yo no voy contigo)
 ¡Hacia lejanas torres soleadas
 el perdurable asalto por castigo! "(Machado).

  "And yet, and yet...El tiempo lo es todo, el hombre es nada. A lo sumo el armazón del tiempo"(Borges).

Pero, ¿qué es el Tiempo? Los filósofos llevan siglos riéndose de los físicos que dicen entenderlo como una de las dimensiones de la realidad. Como lo es el espacio. Conformando con este un extraño matrimonio, el espaciotiempo, del que todo el mundo ha oido hablar y nadie entiende. Pues una cosa es describir un fenómeno científica y matemáticamente, y otra cosa, muy diferente, entenderlo. Para Agustín de Hipona, si nadie le preguntaba sobre qué era el Tiempo, "sabía" lo que era, pero si alguien le preguntaba, no sabría decir lo que era.

Y por eso,  siempre que se habla sobre el Tiempo, el qué es eso que discurre, que pasa, respecto a sí mismo y que es por ello mismo contradictorio o autoreferencial, no queda otro remedio que tirar de la poesía, de las metáforas. Lo cual no supone ningún desdoro pues ya Ortega y Gasset acentuó los poderes cognitivos de las metáforas y, más modernamente, hay toda una escuela, la de los seguidores de George Lakoff,  que sostiene que TODO conocimiento es metafórico. Y así del Tiempo se ha dicho que es como un río, o como el viento....

Pues bien, una de las mejores metáforas que he encontrado es aquella que compara la experiencia de vivir en el Tiempo (¿dónde si no?) con la experiencia de montar y viajar en un autobús que te lleva no sabes dónde ....Viajar hasta que el "conductor" te dice que te "bajes" pues ha llegado tu hora, pues has llegado a tu destino.

Y, claro. Lo que importa es cómo y dónde se viaja. Están aquellos que luchan y pelean por irse "alante" del todo. Son los "progresistas", los "triunfadores". Se comportan como suelen hacerlo los niños, que siempre ansían ir delante. Pero los que llegan, aquellos que pueden ponerse al lado del conductor, descubren que tienen ante ellos sólo una estrecha panorámica: la carretera , el vacío de vida, pues está asfaltada. Pues nada más que asfalto pueden ver cuando de vez en cuando pueden permitirse echar un vistazo por el parabrisas fuera del autobús, preocupados como lo están siempre por los que se agolpan tras ellos deseosos de ocupar sus "privilegiados" puestos.

Están también quienes, ya de salida, nada más entrar al autobús, a la vida, se les empujó hacia atrás. Entraron con un mal billete o lo perdieron. Son. por ello, los "perdedores". Están allí. Al fondo, allí donde el ruido y el calor del motor convierte el viaje en una tortura, Allí donde ni siquiera hay ventanillas que puedan abrirse para que entre el aire. Allí donde nada se ve excepto a los que están sentados por delante de ellos.

Y están aquellos, los usualmente denostados "conformistas", que se conforman con ocupar los asientos intermedios. Allí donde hay ventanillas y asientos desde donde se puede contemplar más o menos placenteramente el paisaje y cómo luchan los que quieren "progresar" adelante. Se conforman con lo que hay o tienen y nada esperan sino que el viaje, del que no saben hacia dónde va, les permita buenas vistas.

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